Del silencio
Julio César, en una de sus cartas a su esposa Calpurnia, durante la campaña de Alesia en la Guerra de las Galias, refería que lo peor de la guerra, la parte más dura de todas, no era levantar campamentos, o marchar en agotadoras jornadas soportando las inclemencias del tiempo, ni siquiera era combatir al enemigo era lo peor.
Lo peor era el silencio. La calma que precede a la tempestad. Tan profundo, tan denso que parece artificial. Como si los mismos dioses estuvieran observando y con tuviesen la respiración, ordenando a todos los seres vivos mantener el silencio para no perderse un detalle.
El silencio pues, es lo peor de la guerra. Y esperar, esperar al enemigo. Es mucho peor el enemigo que se forma en nuestra mente que el verdadero enemigo, al que das forma únicamente cuando se aparece ante ti. Antes era grande, potente, invencible, soberbio. Cuando surge de la nada, con sus gritos, o golpeando los escudos para atemorizar a tus hombres... Es entonces cuando tomas su verdadera medida, y confirmas lo que ya te temías, o ves que no era finalmente tan temible.
Ahora, mientras escribo esto, aunque a mi alrededor hay ruido, hay movimiento, yo solo escucho el silencio. Y solo espero. Pero recuerdo otra de las citas que escribió César, esta vez en sus Comentarios a la Guerra Civil contra Pompeyo y el Senado, antes de la Batalla de Farsalia, cuando dijo a uno de sus generales: "El miedo no tiene cabida aquí. Nuestros hombres no tienen miedo. Hoy sólo tenemos dos opciones, vencer o morir, en tanto que los pompeyanos tienen más donde elegir. Esa será su perdición"
Cero miedos, entonces
Lo peor era el silencio. La calma que precede a la tempestad. Tan profundo, tan denso que parece artificial. Como si los mismos dioses estuvieran observando y con tuviesen la respiración, ordenando a todos los seres vivos mantener el silencio para no perderse un detalle.
El silencio pues, es lo peor de la guerra. Y esperar, esperar al enemigo. Es mucho peor el enemigo que se forma en nuestra mente que el verdadero enemigo, al que das forma únicamente cuando se aparece ante ti. Antes era grande, potente, invencible, soberbio. Cuando surge de la nada, con sus gritos, o golpeando los escudos para atemorizar a tus hombres... Es entonces cuando tomas su verdadera medida, y confirmas lo que ya te temías, o ves que no era finalmente tan temible.
Ahora, mientras escribo esto, aunque a mi alrededor hay ruido, hay movimiento, yo solo escucho el silencio. Y solo espero. Pero recuerdo otra de las citas que escribió César, esta vez en sus Comentarios a la Guerra Civil contra Pompeyo y el Senado, antes de la Batalla de Farsalia, cuando dijo a uno de sus generales: "El miedo no tiene cabida aquí. Nuestros hombres no tienen miedo. Hoy sólo tenemos dos opciones, vencer o morir, en tanto que los pompeyanos tienen más donde elegir. Esa será su perdición"
Cero miedos, entonces
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