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Del Gobierno

Consejos a la hora de conformar un Consejo de Ministros.

Sepa el recién investido Primer Ministro, a la hora de conformar su gobierno, ciertos aspectos del funcionamiento del órgano que se dispone a crear, y que, recordando a los miembros de la escuela funcionalista, actuará mejor si lo hace como un cuerpo único y coordinado, tanto en cuanto ha de responder ante los miembros del Parlamento de forma solidaria.

En primer lugar, la elección y la confianza es suya, y solo suya. No debe encontrar a nadie por encima suyo (excepción hecha del Jefe de Estado), ya que en el momento en que de a uno la capacidad de elegir, de nombrar, o de realizar alguna de sus tareas, su cargo se resentirá, y su autoridad quedará en entredicho.

Así que el primero de los consejos es que el Gabinete, a no ser que el ecosistema político en el que se conforme sea uno de lealtad institucional, o en el que aquellos que se coaliguen con el Primer Ministro sean conscientes de la primacía de este y de que le deben una cierta subordinación, debiera ser monocolor, formado por gente de la absoluta confianza del PM (cuestión distinta, si se me permite, es que en su elección deba estar asesorado, para no cometer el error de confundir lealtad o amistad con capacidad, no siempre amigas, y que podrían traer malos resultados), y huir de los gobiernos de coalición siempre que no sea estrictamente necesario, bien por la configuración del Parlamento y la imposibilidad de obtener apoyo de otra forma, si la otra parte negociadora se ve fuerte, o bien en el supuesto de una situación de crisis política de extrema gravedad, como una guerra o una situación económica desesperada, momentos que exigirán de la acumulación de grandes mayorías parlamentarias que aseguren la correcta gobernación del Estado.

En segundo lugar, entienda el Primer Ministro que pueden conformarse hasta tres categorías de miembros para su gobierno, y no todos valen para todas.

Por ello, primeramente ha de elegir al Vice Primer Ministro, que puede ser uno, y en ese caso su labor será la coordinación del Gabinete, la dirección del mensaje, y las relaciones con el Parlamento, para lo que deberían subordinársele al menos hasta tres oficinas dirigidas por un Secretario de Estado (para asuntos de Gabinete, portavocía, y relaciones institucionales), y puede así mismo crearse una segunda figura con rango de VPM a la que se otorgue la coordinación de la política económica (que habrá de contar con Secretarios de hacienda, tesoro, industria, hacienda, y cuantas carteras decida el PM). De las relaciones entre los Vice PM, estas habrán de ser fluidas, para lo cual sería provechoso que ambos tuviesen ámbitos de actuación separados, y fuese el Jefe del Gabinete del PM quien actuase de puente entre ambos, a la hora de limar eventuales asperezas. Por otra parte, sería bueno que un técnico actuase como Director de la Oficina de Asuntos Económicos, subordinado al PM directamente, y con un pensamiento contrario al VP económico no con ánimo de debilitar o constreñir la actuación de éste, sino para poder presentar siempre todas las posibilidades de resolución de problemas al Premier, que será quien tome la decisión final, y a quien no conviene escorarse demasiado a uno u otro lado, a riesgo de dañar la situación económica del país.

Un segundo grupo de miembros del gabinete lo componen los llamados Ministros de Estado. Ocupan carteras no ideológicas y en las que debe primar la continuidad, tanto en cuanto no se trata tanto de asuntos de Gobierno como de Estado, y nada hay más importante que la continuidad de este. De forma que aquellos elegidos para controlar los Ministerios de Interior, Relaciones Exteriores, Justicia, Defensa, Educación o Sanidad y Asuntos Sociales han de tener un perfil técnico, y hasta cierto punto venerable. Han de contar no con el apoyo, claro, pero si la simpatía o el visto bueno de la oposición, e incluso no es descartable elegir Ministros entre miembros inferiores de antiguos gobiernos, con el grado suficiente de neutralidad política, pero toda la experiencia precisa para dirigir su oficina.

Y un tercer grupo de miembros, serían los Ministros Programáticos. Ocupan carteras como Medio Ambiente, Obra Pública, Ciencia y Tecnología o Cultura y Deportes. Aunque todos los ciudadanos vayan a verse afectados por su tarea (como por las tareas del resto, huelga decirlo), es positivo que los titulares de estas carteras puedan desplegar enormes partidas presupuestarias e imprimir cierto carácter, que vaya imprimando al electorado, y así este sea más proclive a votar para asegurar una reelección eventualmente. Es positivo que tengan un perfil más político, con capacidad de conformar y dirigir equipos técnicos más o menos amplios, y deben preocuparse de realizar las malas tareas al principio de una legislatura, dejando los grandes éxitos para el final, dando así la impresión de que el balance final es positivo, aunque el tratamiento haya podido ser duro.

 Por otra parte, si bien un Primer Ministro ha de ser una figura que gobierne para todos, no deja de ser un político. Aunque sea un hombre de Estado, debe desarrollar un programa que deje huella en la historia de su nación, tanto en cuanto todos aquellos llamados a desempeñar este cargo ven su oportunidad de aparecer en las páginas de los libros de Historia.

Siga nuestros consejos el recién elegido Primer Ministro. Actúe con habilidad y astucia, pero con lealtad. Haga que sus subordinados entiendan que está por encima de ellos, pero no se deslice por la pendiente de la tiranía. Y sepa que no ocupa un cargo de forma permanente. La longitud de su mandato, y con ella, su capacidad para influir en la historia de su nación, dependerá de que no olvide lo que le contamos aquellos que tratamos de que tome la mejor decisión, persuadidos de que es el mejor para la buena gobernación de la nación.

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