De los comediantes
Hay algunos de nosotros que siempre hemos visto series de televisión. Eso no nos hace más cultos, ni más guapos, ni más altos ni mejores, sencillamente es que nos gustaban (y nos gustan) las series de televisión antes de la era de la Plataforma. Tienen un detalle que las hace mejores (y sin duda también peores) que las películas, y es que al tener más duración, da más tiempo para el desarrollo de la trama y los personajes y las disfrutas más (hasta que se queman y se vuelven un suplicio).
En fin.Una de mis series favoritas (aún recurro a ella de vez en cuando para pasar el rato) era El Ala Oeste de la Casa Blanca. Contaba las andanzas de la Administración demócrata de Josiah Bartlet (interpretado por Martin Sheen), y su gabinete de asesores, the best and the brightest, que tenían que tomar las decisiones más terribles para configurar un mundo mejor para todos (extremadamente recomendables los cuatro últimos capítulos de la cuarta temporada, y el capítulo 10 de la quinta "el tormentoso presente). El Presidente y sus hombres componían sin duda el gobierno que todos habríamos querido tener (y algunos de nosotros habríamos querido ser).
Pero aquella administración terminaba tras las cámaras. El mundo real seguía su curso, hasta que en algún punto del camino todo se entremezcló. El resultado es que han comenzado a ser elegidos en los países determinados personajes ajenos por completo a la política (precisamente por ello, seguramente). El último ejemplo lo constituye Vladimir Zelenski, que se ha impuesto en las elecciones a la Presidencia de Ucrania a Petr Poroshenko. Un candidato que obtiene más del 70% de los votos sin duda ha puesto en marcha algo más grande que sí mismo, y le deseo lo mejor, por supuesto. Tiene una papeleta difícil. Gobernará un país sumido en una guerra civil, que además tiene un vecino terrible, muy molesto, y muy enrabietado (Rusia).
No obstante, desconfío de los comediantes como el Sr. Zelenski a la hora de que ejerzan responsabilidad política. Y desconfío aún más de los pueblos que los eligen. Obviamente no se trata de restringir ni el derecho de voto ni la participación pasiva en las elecciones (que costó tanta sangre y sacrificios alumbrar, que diría aquel), sino de apelar a la responsabilidad. Que uno demuestre ser un profesional en la actuación no lo capacita ipso facto para ser Jefe de Estado de un país. Aquí yo abogo por una cierta profesionalización, por seguir un cursus honorum, y por exigir algún componente meritocrático más allá de poner cara de líder ante las cámaras.
En cualquier caso, reitero lo dicho. Enhorabuena y suerte, señor Presidente.
En fin.Una de mis series favoritas (aún recurro a ella de vez en cuando para pasar el rato) era El Ala Oeste de la Casa Blanca. Contaba las andanzas de la Administración demócrata de Josiah Bartlet (interpretado por Martin Sheen), y su gabinete de asesores, the best and the brightest, que tenían que tomar las decisiones más terribles para configurar un mundo mejor para todos (extremadamente recomendables los cuatro últimos capítulos de la cuarta temporada, y el capítulo 10 de la quinta "el tormentoso presente). El Presidente y sus hombres componían sin duda el gobierno que todos habríamos querido tener (y algunos de nosotros habríamos querido ser).
Pero aquella administración terminaba tras las cámaras. El mundo real seguía su curso, hasta que en algún punto del camino todo se entremezcló. El resultado es que han comenzado a ser elegidos en los países determinados personajes ajenos por completo a la política (precisamente por ello, seguramente). El último ejemplo lo constituye Vladimir Zelenski, que se ha impuesto en las elecciones a la Presidencia de Ucrania a Petr Poroshenko. Un candidato que obtiene más del 70% de los votos sin duda ha puesto en marcha algo más grande que sí mismo, y le deseo lo mejor, por supuesto. Tiene una papeleta difícil. Gobernará un país sumido en una guerra civil, que además tiene un vecino terrible, muy molesto, y muy enrabietado (Rusia).
No obstante, desconfío de los comediantes como el Sr. Zelenski a la hora de que ejerzan responsabilidad política. Y desconfío aún más de los pueblos que los eligen. Obviamente no se trata de restringir ni el derecho de voto ni la participación pasiva en las elecciones (que costó tanta sangre y sacrificios alumbrar, que diría aquel), sino de apelar a la responsabilidad. Que uno demuestre ser un profesional en la actuación no lo capacita ipso facto para ser Jefe de Estado de un país. Aquí yo abogo por una cierta profesionalización, por seguir un cursus honorum, y por exigir algún componente meritocrático más allá de poner cara de líder ante las cámaras.
En cualquier caso, reitero lo dicho. Enhorabuena y suerte, señor Presidente.
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