Del voto.

Finalmente, ha llegado el momento de volver a ser soberanos por un instante, y decidir quiénes nos representarán durante los próximos años. En otras circunstancias diría "durante los próximos cuatro años", pero los cambios vividos en la política española desde el año 2011 no permiten aventurar nada más allá del hecho de que mañana la gente depositará su voto en la urna.

Yo ya lo hice hace una semana o semana y media. Voté por correo, y por lo visto he sido previsor. Otros no lo han sido tanto, de ahí las colas en las oficinas de Correos en estos últimos días y que la Junta Electoral Central haya decidido ampliar el plazo de presentación de la documentación. 

Todo eran quejas de los ciudadanos: "¡cuatro horas haciendo cola, será posible! No pude evitar acordarme de aquel episodio de los Simpson (gracias eternas) en el que Flanders presenta la declaración de la renta el primer día del plazo, sin problemas y con extrema tranquilidad, en tanto que, a horas de que se cierre el plazo, todo el pueblo hace cola para presentar sus documentos. Las quejas de la gente no siempre están justificadas. El cliente no siempre tiene la razón, ya que si no lo hubiesen dejado para el último día no se verían en esa situación. Y si la respuesta a esto es "no mire, es que yo tengo que trabajar" pues la respuesta es que en Correos también trabajan, y también dan lo mejor de sí. Y prestarían un servicio mucho mejor si no se les concentrase en los últimos días, haciendo cuatro horas de cola, habiendo podido utilizar diez o quince minutos (que fueron los que yo utilicé, ni más ni menos).

Además, hay otro factor. Votar no es cualquier tarea. No es salir y alargar la hora del desayuno porque no te apetece soportar las chorradas de tus superiores, o las malas caras de tus compañeros de trabajo. Y no es escabullirte porque no te da la gana de terminar el trabajo que te han encomendado, bien porque lo consideres humillante, o por la razón que prefieras. 

No. Votar es elegir. Es tomar una decisión muy importante. El voto (que por supuesto no se consiguió gratis, sino que hubo que pelear día a día, y costó sangre, sudor y lágrimas) estructura la democracia. Efectivamente, puede que hoy en día, democracia sea más que removerte de la cama tranquilamente si te llaman a la puerta a las cinco de la mañana sabiendo que es el lechero. Puede que hoy la democracia sea más que acudir a un colegio y depositar un papel. Puede que incluya la exigencia de ser transparente, la garantía de los derechos y las libertades, o la concepción del Estado y la Administración no como entes violentos y déspotas, sino como herramientas básicas para garantizar esa vida, esas libertades, esos derechos, esos intereses del conjunto.

Es posible que la democracia sea muchas cosas. Pero también es voto. Y sobre todo es voto. Porque donde no hay voto, donde no hay posibilidad de elección, y en definitiva de participar en la política, entonces la política la hacen por uno mismo. Como si fuésemos niños perpetuos (sin perjuicio de que algunos quieren ser niños para los deberes, y hombres para los derechos), infantes sin capacidad de discernimiento entre el bien y el mal.

La democracia es voto. Y lo he dicho en otros escritos en los últimos días, pero lo repetiré una vez más: Cuando vayas a votar, no mañana, sino siempre, no votes con resentimiento, o con rabia, o a modo de castigo. Vota por proyectos políticos en los que creas, vota con ilusión y seguro de la decisión que tomas, que es la mejor, o la que crees mejor para todos. 

Sed soberanos mañana. Suerte a todos.

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