Del Terror
Hay un concepto que nos repetimos una y otra vez estos días en nuestras clases. Todo lo que en el mundo era sólido, o tenía sentido, se diluye. Se vuelve líquido. Transparente. Inocuo... O Inicuo??
Deja de haber certezas. Un día proclamas el final del Estado Islámico, y tres días después, sus fantasmas reivindican la muerte de más de 300 personas en un punto remoto del Océano Índico. Sry Lanka, antiguamente Ceilán, conocida como la Perla del Índico, es ahora la lágrima del Índico. Ha sido víctima del terror. Esto, como tantas cosas, debe movernos a la reflexión.
El terror, que no deja de ser una emoción humana, es invencible. Hemos de aceptar que siempre habrá individuos como los que describe Alfred Penywhorth el El Caballero Oscuro, de Christopher Nolan. Personas que no buscan algo lógico. No se les puede comprar, ni amedrentar, ni se puede negociar con ellas... Algunas personas solo quieren ver arder el mundo.
Así es. El terror, que en el siglo XXI, como tantas cosas, se ha vuelto líquido. Sin objetivos políticos concretos más allá de la destrucción por la destrucción. La búsqueda del sometimiento de todos los individuos a un escenario negro. El silencio. El olvido. La muerte.
Los que el otro día pusieron las bombas en los templos católicos, en los hoteles de lujo, querían ver arder el mundo. No cualquier mundo, sino el nuestro, el occidental. Quieren terminar con él a toda costa. Creen que somos una enfermedad. La peor enfermedad posible. Una enfermedad del alma, que debe ser erradicada de la faz de la tierra, y todos aquellos que estén contagiados por nuestros valores, también deben ser purgados. Así uno a uno, hasta que solo queden ellos, en silencio, sonriendo sobre una pila de cadáveres.
Siempre habrá individuos que busquen imponer su visión del mundo a partir del terror. Por lo tanto, siempre deberá haber individuos dispuestos a pelear por la vida, a pelear por la alegría de vivir.
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